Núñez teñido de blanco y negro | El color de la final entre Mineiro y Botafogo



Las camisetas rayadas con colores blancos y negros son la postal de Núñez. Una representa a Atlético Mineiro, con un escudo que tiene las iniciales CAM, y la otra, con una estrella grande como emblema del lado izquierdo, encarna a los hinchas de Botafogo. El barrio porteño amaneció con un sol robusto y con los torcedores de ambos equipos dando vueltas por los alrededores de El Monumental. Los gritos, canciones y estruendos pirotécnicos, despabilaron a algunos vecinos que no estaban enterados de que la final de la Copa Libertadores era el motivo de esta gran convocatoria.

Comercios, restaurantes y kioscos, aprovecharon estas pequeñas sedes de Río de Janeiro y Belo Horizonte que se instalaron de manera itinerante, para renovar las promociones de los pizarrones y dejaron que los fanáticos desplieguen sus banderas en las puertas de los locales. Algunos comerciantes se propusieron falar portugués y se entusiasmaron tanto con el colorido, que sacaron sus celulares para filmar el nutrido carnaval carioca y hasta hicieron algunas fotos con los hinchas y su cotillón. “Ole, ola, a casa Libertadores nós vamos trazer”, decían los del Fogão, mientras se estimulaban con las bocinas de los autos y con los conductores que se sumaban con algunas alusiones en favor de Botafogo.

Las esquinas, las puertas de los supermercados, cada punto de encuentro era una pequeña Fan Zone improvisado. La alegría de verse a kilómetros de casa no necesitaba ninguna explicación previa más que la camiseta y un cantico en defensa de su equipo. Por el lado de Mineiro, a quien se los conoce como los Galos, la canción que unificó las esperanzas decía “y vamos, vamos Galo, traiga Libertadores”. Esa sola frase fue suficiente para que la parcialidad del conjunto que dirige Gabriel Milito se exprese con fascinación y también diga presente en la final de este torneo que organiza Conmebol.

La última vez que los Galos participaron de una instancia así fue en 2013, cuando resultaron ganadores y contaron con la presencia de un Ronaldinho superlativo. En cambio, del lado de Botafogo, es su primera vez en una final de Libertadores y el sueño de alcanzarla trascendió impedimentos económicos, familiares y largas distancias. Arribaron a Buenos Aires en un gran número, más de 35 mil hinchas calculó la prensa brasileña. “Fogo, fogo, Bo – Ta – Fogo”, fue otro de los canticos guerreros que hicieron rugir en las horas previas al partido.

“Esto es un sueño para mí. Le prometí a mi hijo que lo iba a traer a ver la final y lo logré. Tuve que vender muchas cosas, pero acá estamos. Todo sea por el Fogão”, dice un hombre de 50 años, con una gorrita negra y la estrella del escudo en el centro. En los hombros tiene a su hijo de 7 y mientras habla, no puede esconder las lágrimas. A su alrededor, los hinchas, después de dar los últimos sorbos a sus latas de cerveza, acompañaron con “oooo, Fogo, ole, ole, ole”, mientras giraban banderas y remeras en forma circular. O lo que se conoce como el famoso movimiento ventilador.

“Nuestro fútbol se funda en la emoción, la creatividad, la libertad, el individualismo y el instinto”, ha escrito Sócrates –“El doctor”– en una de sus crónicas sobre el fútbol brasilero, donde luego hace una comparación con el europeo y habla de acciones “mecanizadas” y subordinadas” para distinguirlo del brasileño y su expresión de “movimiento” y “alegría”. Esto último es lo que se ha dibujado en los alrededores de Núñez, en ese constante fluir de hinchas que llegaron al Monumental con la fe de conseguir, o ser parte, del espectáculo que parece trasladar a su triunfador a atesorar “La gloria eterna”.



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