La fachosfera se puede considerar un neologismo transparente: “El mundo facho”. El término no figura en los registros que almacena el banco de datos de la Real Academia, pero cualquier persona competente sabe mirar dentro de la palabra y comprender sus elementos. El término ha llegado del francés: “fachosphére”. Su salto al español se produjo a partir de traducir con acierto el título de un libro de éxito publicado en 2016 en Francia: “La Fachosphère. Comment l`extrême droite remporte la bataille du net” (“La Fachosfera. Cómo gana la extrema derecha la batalla de la Red”), de los periodistas Dominique Albertini y David Doucet.
Desde entonces el término se expandió más allá de las redes sociales para ampliar su significado al comportamiento general del mundo “facho”. Desde el arte a la literatura, de la educación al deporte, la batalla cultural de la fachoesfera se trasladó a la calle incorporando la confrontación al espacio público. El último ejemplo es la actuación de la “patota del gas pimienta” que irrumpió en la asamblea de los estudiantes de Quilmes, con varios antecedentes ante trabajadores despedidos de Télam y del Inadi.
El mundo del fútbol también cuenta con su fachosfera particular. Un entorno de presión de dirigentes, exfutbolistas de alta gama y políticos que embiste sin miramientos por conseguir la privatización del fútbol argentino. Un tema, que en ocasiones, uno se pierde ante tanto sainete disparatado. Diego Milito presentó su candidatura a las elecciones de Racing criticando a las SAD y acompañado de Hernán Lacunza, figura del PRO y exministro de Hacienda de Macri. ¿Hay alguien ahí? “Compartimos valores y visión profesional (…) y tiene experiencia en gestión y en la parte política”, declaraba el exdelantero en Tiempo Argentino. ¿Cabe preguntarse qué tipos de “valores y visión profesional” quiere compartir Milito con Lacunza? Tal vez el dogma de una derecha extrema, viscosa, de odio confeso, de psicópatas congénitos enajenados por el mercado que son protegidos por la banca, por las empresas, por los jueces, por los medios, por la policía, y que ahora van por el fútbol para privatizarlo. ¿Habrá revisado Milito los datos económicos de la provincia de Buenos Aires durante la gestión de Lacunza? ¿Se habrá detenido en la gestión realizada por el ex ministro de Hacienda en el gobierno de Macri? ¿Es la gestión que quiere para Racing? Pobre Racing.
Hace tiempo que la extrema derecha del tablón va por las cabezas de Riquelme y de Tapia. Emblemas inesperados de resistencia popular ante la vorágine de estos sofistas neoliberales, de sotana y crucifijo, que no paran de embestir para adueñarse del millonario negocio del fútbol privatizado. Allí donde nacen las riquezas amasadas bajo una legalidad de fachada, tras la que se esconden las manipuladas bolsas de valores y las amañadas cotizaciones de los clubes, amparados por una ingeniería fiscal de contabilidades trucadas y de salvajes evasiones de capital a paraísos fiscales: flor y nata del escabroso e indomable imperio del gansterismo económico.
Uno puede pactar con su fracaso, pero es en extremo difícil convivir con el ridículo. Mauricio Macri lo vivió en las elecciones de Boca. Milito no lo quiere vivir en Racing. Se ha vuelto un incondicional de los clubes de barrio. ¿Lacunza también? Uno no vive con tanto sobresalto.
(*) Periodista, ex jugador de Vélez, clubes de España y campeón mundial 1979