Bernardino, Necochea y una calle | Opinión



La idea es de Liliana Latrónico. La hija de Félix, un ex dirigente de Boca y más tarde el primer representante de futbolistas en la Argentina. En 1957 él hizo posible la Villa del Deportista cuando terminó de convertir esa tierra arenosa en lotes habitables. Hoy, ella decidió que debía completar la obra de su padre. Es la esposa del entrenador Roberto Saporiti, que condujo a Argentinos Juniors al primer título de su historia. Al barrio de frondoso techo verde y casas bajas, le faltaba ponerle nombres a sus calles. Es un vergel poblado de pinos, eucaliptos y álamos, a pocos metros del mar, los médanos y la inmensa playa de Necochea, la del suave declive.

Una de esas calles se llama ahora Bernardino Veiga en memoria de mi viejo. El relator que prolongaba el gol en la ele. El de las campañas boquenses entre las décadas del 50 y ’70 y las peleas de boxeo en el Luna Park. Su calle hace esquina con la que celebra en vida a la campeona olímpica Paula Pareto. Antes era el cruce de 155 con 58, dos números fríos, sin identidad.

Las demás calles llevan más nombres de atletas y personajes vinculados al mundo del deporte. Algunos iban de vacaciones con toda su familia en la ciudad, como Oscar Ringo Bonavena.

La toponimia de las calles unió con acierto a los dos máximos ídolos del fútbol nacional. Maradona y Messi hacen esquina donde antes se cruzaban las calles 46 y 131. En la villa ubicada frente al Parque Miguel Lillo se combinan los carteles de madera con los nombres de deportistas y ese bosque donde la sombra suaviza el calor de cada verano. La señalética está en armonía con el entorno de área protegida que se le dio al lugar.

Entre los pioneros que siguieron a Latrónico estaban Eliseo Mouriño, ex jugador de Banfield, Boca y la Selección nacional, el profesor de Educación física Pablo Amándola, Latrónico y Bernardino. Hay una foto que lo certifica y que mi viejo conservaba entre sus recuerdos.

Necochea es una ciudad que amo y porque la amo estoy siempre pendiente de lo que pasa en ella. Esta vez el homenaje a mi viejo coincidió con el cumpleaños de Aurora, mi mamá. Un cumple simbólico porque ella ya no está, pero es como si anduviera caminando por el parque, donde mi hermano Santiago esparció sus cenizas. Había nacido en 1924. Este 19 de octubre hubiera cumplido 100 años.

En la Villa del Deportista anidan algunos recuerdos de mi infancia. Una etapa de la vida que los vuelve imborrables, como las vacaciones con Aurora, Bernardino y mis hermanos. Gracias Liliana, gracias por tanto Necochea. 

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